"Querido diario hoy quiero contarte el calvario que estoy viviendo cada fin de semana. Desde que era pequeño, me diagnosticaron un problema de crecimiento y hasta que no cumpliera los 20 – 22 años no me podían decir si podía jugar al fútbol o no con exactitud.
Entonces me asesoré y, como yo quería estar vinculado a ese deporte de alguna manera, comprobé que cómo árbitro no corría mucho riesgo de lesión grave. Con lo cual, mi sueño de estar metido en el fútbol se había hecho realidad ahora con dieciséis años. Llevo tan solo tres partidos como línea de equipos prebenjamines y, como es lógico, acompañado por un árbitro experto.
Antes que nada quiero decir que la ilusión que tengo cuando voy a un partido, ya sea de línea, o si me dejan arbitrar alguna parte, es inmensa. Pues bien, todo se derrumba a medida que pasan los minutos del partido. Sin ir más lejos, el otro día, en uno de los encuentros que hice de línea me dijeron de todo. El equipo local ganaba de paliza a los visitantes, aun así, los aficionados (padres – madres) no dejaban de acordarse de mi familia cada vez que les pitaba un fuera de juego o les anulaba un gol por el mismo motivo. "¡Qué pitas hijo…!" "¡Ponte gafas, c…!" "¡Vete por ahí!" "¡Vete a hacer la tarea enano de m…!" y toda clase de insultos habidos y por haber.
Pero también la afición del equipo visitante, cuando no les pitaban una falta, repetía los mismos insultos. "¿Pero qué pitas G…? ¡Tú no ves que esos niños son más brutos!"… Por dicha razón mi familia ha dejado de irme a ver pitar, no pueden soportar toda clase de insultos y presión que se ejerce sobre mí durante todo el encuentro. Y eso que digo yo que es prebenjamines, ¿cuándo llegué a un cadete o juvenil que pasará? ¿Violencia? ¿De verdad vale la pena dedicarse a Árbitro? ¿Qué precio estoy dispuesto a pagar por soportar todo eso? Esta pregunta no sólo me la hago después de los partidos, sino en el día a día. Y es que hay algo que la gente no sabe y es que yo tengo que soportar todo esos insultos que hablan de mi padres, sabiendo que al llegar a casa sólo me voy a encontrar con mi padre porque mi madre murió hace unos meses…"
¿Por qué nos metemos tanto con los árbitros (hablo de categoría base que es de lo que trata el artículo)? Un colegiado que empieza es como cuando empieza nuestro niño en prebenjamines. ¿Nos gustaría que el entrenador insultará a nuestro hijo cada vez hace algo mal? ¿Y por qué lo hacemos con ellos? Es más, estamos dando un mal ejemplo a todos los niños que están jugando el partido. Esos chiquillos acabarán viendo como algo normal y totalmente como necesario, ponerse en la grada a insultar. Así se pueden ver como benjamines, por ejemplo, después de acabar su partido se sientan a ver el siguiente y se ponen a insultar al árbitro.
¡ES TRISTE! También debemos de pensar que detrás de ese chico vestido de negro se esconde una vida de la cual no sabemos nada, al igual que pasa con cada futbolista. Empecemos a enseñar a que cada persona que interviene en un partido se merece ser tratado con todos los respetos (desde niños, padres, madres, aficionados, directiva, entrenador, jugador y ÁRBITRO) sino a este paso muchos tendrán que sacar un "máster"en psicología para soportar todo.