"Querido diario, hoy quiero hablarte de mi experiencia como árbitro. Hace tiempo te redacté los malos hábitos que estaban sucediendo cada fin de semana.
Mi objetivo era darte a conocer estos hechos e intentar que alguien reflexionara sobre las cosas que estaban pasando y dar un pequeño toque de atención a que podía ir a peor. Y como me temía, así ha sido.
Hace dos domingos fui a arbitrar un partido de alevines con toda la ilusión del mundo. Me levanté bastante temprano y llegué una hora y media antes. Todo iba transcurriendo normal hasta que empezó el partido. El equipo visitante se adelantó muy pronto en el marcador, lo que hizo que el delegado visitante se enfureciera de una manera exagerada. Empezó a protestarme cada acción como si le fuese la vida en ello. Pero no sólo me insultaba a mí, sino hacía comentarios de desprecio hacia los niños. Tan harto que estaba de esta situación que lo acabé expulsando y mandándolo fuera de las instalaciones, no sólo por lo que decía sino por respeto a sus propios niños. A partir de ahí, el partido acabó sin problemas.
Una vez que me había duchado y que me disponía a ir hacia el lugar dónde me esperaba mi padre me tropecé con el entrenador a las afueras del campo. Empezó con insultos de todo tipo, a lo que yo me di la vuelta y tomé otra dirección. Esa persona aprovechó que me di la vuelta para mandarme un puñetazo en el pómulo que me hizo caer al suelo. No recuerdo más nada, sólo que me desperté en el hospital con una fractura de pómulo. ¡Y yo que creía haber hecho un buen arbitraje ese día! ¡Y eso que empecé este año! Me parece que ya no voy a arbitrar más porque, con dieciséis años que tengo, ya sé lo que es sentir miedo por un deporte como el fútbol. ¡Y luego me dicen a mí que no me parto la cara y que lo que hago es por fastidiar a la gente! … Y yo ingresado en el hospital…"
Espero y deseo no tener que escribir más artículos como estos. Este mes han pasado varios hechos desagradables en el mundo del arbitraje. Da igual de la categoría que se hable, pero no puede pasar más las agresiones que hemos vivido últimamente. A un árbitro, en Tenerife, le roban en un semáforo, en Las Palmas, agreden a uno joven al acabar el encuentro, en la península un colegiado pierde un brazo… ¡Sanciones más duras! Cambiemos el modelo de "trato a un árbitro".
Creo que sería bueno que se organizarán cosas dónde los propios colegiados estén más en contacto con los clubs, o quizás la solución es lo contrario…lo que está claro es que hay que hacer algo. Eso sí, sin caer en el error de enseñar que el árbitro es "Dios" y luego estamos los demás. Se debería enseñar que colegiados, futbolistas, directivas, afición, entrenadores, etc. están a un mismo nivel, y son personas como el resto.