"Querido diario llevo tiempo sin escribir por una razón bastante grave que me ocurrió un par de semanas atrás. En un lance fortuito del partido que jugamos en casa contra el líder de la categoría, sufrí una lesión de rodilla.
No sé cómo pudo ocurrir, de lo único que me acuerdo es que iba corriendo con el balón por el centro del campo y un rival me entró. Luego sentí un dolor muy fuerte en la rodilla que no podía moverme. Enseguida se paró el partido y mi entrenador vino a atenderme.
Al ver el estado que tenía mi articulación decidió llamar a la ambulancia rápidamente; mientras, mi dolor parecía ir incrementando, al igual que lo hacían mis gritos. Recuerdo de estar rodeado de una multitud de gente dándome toda clase de apoyo, pero lo único que deseaba es que me quitarán el agudo dolor.
Mientras todo esto ocurría pude medio escuchar como hubo una media tangana entre los padres discutiendo por la dureza o no, de la entrada. Este hecho hizo que todos se olvidarán de que había un niño en el suelo esperando a que llegara la ambulancia y se centrarán en quién tenía la razón y quién no.
Fueron momentos de mucho nervio. La cosa no quedó ahí, a medida que pasaba el tiempo y la ambulancia no aparecía el clima de nerviosismo y crispación iba en aumento. ¡POR FIN! Y después de cuarenta y cinco minutos llegó la ambulancia.
Ya cuando llegué a la clínica y me vio el médico, me dijo que lo que tenía era el ligamento cruzado roto. ¡Toda una temporada sin poder jugar al fútbol! Y yo pienso… ¿Merecía ese final? ¿Merecía que en mi último partido de la temporada, mientras estaba en el suelo, escuchara como se peleaban los padres por ver quién era el que tenía la razón? Y lo peor, yo siendo un niño ¿Merezco que la ambulancia tarde tanto tiempo? Solo deseo una cosa, ¡NO LESIONARME MÁS!"