El fútbol base, ese crisol de sueños, aprendizaje y valores, a menudo se ve empañado por una figura recurrente: el padre-madre-entrenador/a fantasma. Esos progenitores que, desde la banda, asumen un rol que no les corresponde, dando órdenes, corrigiendo al entrenador y generando un ambiente de tensión que perjudica tanto al equipo como al desarrollo de su propio hijo.
La pasión por el fútbol es comprensible. Ver a nuestros hijos competir y crecer es una fuente de orgullo innegable. Sin embargo, esa pasión, mal gestionada, puede convertirse en una barrera que impide el correcto funcionamiento del equipo y la progresión del joven futbolista. ¿Dónde está la línea que separa el apoyo incondicional de la intromisión dañina?
El Problema: Un caos en el campo y en la confianza
Los entrenadores de fútbol base, en su mayoría, son profesionales formados y capacitados para dirigir a los equipos, diseñar estrategias y fomentar el desarrollo integral de los jugadores. Cuando un padre, madre o familiar, desde la grada, contradice sus decisiones, cuestiona sus planteamientos tácticos o da instrucciones directamente a los jugadores, se genera una confusión que impacta negativamente en varios niveles:
- Desautorización del Entrenador: La figura del entrenador pierde autoridad ante los jugadores, que ven cómo sus instrucciones son puestas en duda públicamente.
- Confusión en el Jugador: El joven futbolista recibe órdenes contradictorias, generando dudas sobre qué estrategia seguir y a quién debe obedecer.
- Presión Excesiva: El hijo se siente presionado por complacer tanto al entrenador como a sus progenitores, generando ansiedad y estrés que afectan su rendimiento.
- Ambiente Tenso: El equipo se resiente por la tensión palpable en la banda, afectando la cohesión y el espíritu de equipo.
- Pérdida de Diversión: El fútbol, que debería ser una actividad lúdica y formativa, se convierte en una fuente de frustración y desmotivación.
Soluciones y Roles Claros: Cada uno en su lugar
La solución pasa por establecer límites claros y promover una comunicación fluida entre todos los actores involucrados:
- El rol del entrenador: Es el líder del equipo, el responsable de tomar las decisiones tácticas y de guiar el desarrollo de los jugadores. Debe comunicar claramente sus objetivos y estrategias a los padres, fomentando un diálogo constructivo y respetuoso.
- El rol del padre, madre o familiares: Su función principal es apoyar incondicionalmente a su hijo, animarlo, celebrar sus logros y consolarlo en las derrotas. Debe confiar en el criterio del entrenador y evitar dar instrucciones o criticar sus decisiones durante los partidos.
- Comunicación abierta: Los entrenadores deben establecer canales de comunicación con los padres/madres (reuniones, correos electrónicos, etc.) para informar sobre el progreso de sus hijos, abordar inquietudes y resolver posibles conflictos.
- Códigos de conducta: Los clubes pueden implementar códigos de conducta para padres/madres, estableciendo normas claras sobre su comportamiento en los partidos y durante los entrenamientos.
- Formación para padres/madres: Organizar talleres o charlas informativas para padres sobre la importancia del rol de apoyo, la gestión de las expectativas y la comunicación efectiva.
El bienestar del jugador: El objetivo común
El fútbol base debe ser un espacio donde los jóvenes puedan aprender, divertirse y crecer como personas. Para ello, es fundamental que cada uno asuma su rol con responsabilidad y respeto. Entrenadores, familia y jugadores deben trabajar juntos, con el bienestar del joven futbolista como objetivo común, creando un ambiente positivo que fomente su desarrollo integral.
El padres y madres deben ser el mayor fan de su hijo, el entrenador el guía y estratega, y el jugador el protagonista. Solo así se podrá construir un fútbol base sano, formativo y lleno de éxitos.



