Aprovechando la final de La Copa del Rey, hablemos de los valores que transmite el fútbol profesional a la sociedad y sobre todo, a los niños/as y jóvenes.
En la final de Copa se dan dos momentos que nos deben hacer sacar nuestro espíritu crítico. La primera es la reacción de Dani Olmo al ser sustituido, mostrando airadamente su enfado; desconocemos si los improperios que iba rezando de camino al banquillo eran por alguna molestia física, después de una temporada plagada de lesiones; o por el propio cambio en si, pero lo que muestra la imagen es a un jugador enfadado cuando es sustituido y eso precisamente es lo que hay que evitar, la imagen. Por supuesto, que Dani Olmo puede enfadarse, por el motivo que sea; todo jugador quiere aportar y ayudar a ganar a su equipo y más aún en una final; sin embargo, la actitud que muestra es una conducta que puede ser naturalizada por los niños y niñas de nuestro país.
La segunda acción, más reprochable aún, es la protagonizada por Rüdiger en los últimos minutos de la prórroga, esas actitudes hacen flaco favor al fútbol en general y al fútbol formativo en particular; se pueden entender los enfados y las protestas, los jugadores se encuentran en una final y la tensión es alta, pero ante todo son profesionales que no solo se representan así mismos, sino a un club, un escudo, unos aficionados y a todas las generaciones que lo han defendido o animado con anterioridad.
En ambos casos, radica la importancia de la gestión emocional en el fútbol profesional, trabajo del aspecto psicológico que hay que cuidar.
Por otro lado desde casa, hay que usar esos ejemplos como negativos, no justificarlos y afearlos más allá de nuestra afición a un conjunto u otro; y desde el fútbol base y/o formativo trabajar en valores que promuevan la deportividad y el respeto hacia todos.
Entre todos debemos hacer un fútbol mejor cada día.
Jonathan Martín para El Deportivo.es.